
Martes, 7 de la mañana. Joaquín me llama desde su cama pidiendo la mamadera.
-Ahí voyyyyyy, le digo.
-¿Me escondo?, pregunta.
-Sí, dale, que yo te busco la "memucha".
Vuelvo preguntando: "¿Dónde está el nenito que quiere su leche?", él se destapa y me asusta. Le doy su mamadera y unos besos. Empieza a tomar, se la saca y me dice:
-Mamáaaa, ¿querés que a la hermanita le pongamos Matilda?
-Qué lindo, puede ser.
Hace dos meses que estamos probando nombres y no hay ninguno que nos convenza lo suficiente como para decidirnos. Tenemos una lista pegada en la heladera, pero hasta ahora ninguno había sido elegido.
Pasó el martes y me olvidé de Matilda. El viernes estábamos pensando nombres y le cuento al Ipe la sugerencia de Joaquín. "Me encanta", dijo. Y lo pensamos en serio y a los dos nos seduce. Matilda, no Matilde. Significa "la que lucha con fuerza".
A la mayoría de la familia y de los amigos no les gustó. Pero a nosotros tres sí, y si hasta el 22 de noviembre no aparece otro que nos guste más, nuestra hijita será Matilda. ¿Nos dirá de todo a los 20?