domingo, noviembre 30, 2008

Nacer de nuevo



Todo puede suceder en unos cuantos segundos. El jueves a la tarde, con 43° de sensación térmica y preparando las cosas para festejar el primer añito de Matilda, que fue el viernes, pasé el peor de susto de toda mi vida: Matilda se ahogó comiendo una galletita de salvado. Estaba en su silla de comer, y yo la tenía delante de mi vista, pero medio de costado. En eso mi hermano, que estaba en casa, la ve y me dice: está morada.
Corrí, la di vuelta, le metí los dedos y nada. Atiné como a tirarle agua, dije no, me volví, la volví a poner boca abajo, le pegué en la espalda y le escarbé la garganta. No me dí cuenta si salió algo, no vomitó, pero empezó a respirar. Se le fue el morado, tenía algo de sangre en la nariz y le quedaron unas pequeñas pequitas en los cachetes, como de vasitos capilares rotos, que a las horas se normalizaron.
Me temblaron las piernas por horas y nos quedamos un buen rato en la pileta las dos abrazadas, apapuchadas. Uno no puede parar la cabeza pensando en lo que podría haber pasado y cómo la vida te da, te quita y te devuelve en apenas un instante.

sábado, noviembre 22, 2008

Otra generación

Anoche Joquín vomitó. Estaba durmiendo, empezó a hablar, fui hasta su cama porque lo presentí y alcanzó a vomitar en el piso. No sé porqué, aunque presumo que fue una mezcla de pileta y golosinas de la tarde.
La cuestión es que esta mañana le cuento y no se acordaba. Le repaso lo que pasó y me preguntaba que cuándo, dónde, qué había hecho él. No se acordaba.
Hasta que se le ocurrió cómo comprobar el hecho.
-¿Tenés una foto?, me dijo.



PD: estamos preparando el cumple de Matilda: el viernes llegamos al primer añito.
Habrá tortugas, perros, monos, jirafas y muchos animalitos más...

miércoles, noviembre 05, 2008

Doctorado en tijerita



En las últimas semanas, he recorrido muchas escuelas a pie y otras on line. Hablé con varias mamás preguntando dónde iban a mandar a sus hijos.
Todos los colegios se esfuerzan por mostrar en su proyecto educativo que integran áreas de ciencias, lengua, matemática, idiomas. Que salen con determinado nivel de inglés, que tienen computación.
En una sala de 5 que visité había innumerables carteles con letra de chicos, con la impronta de la psicogénesis, que decían que no quieren que se mueran los peces, que no contaminemos, que el agujero de ozono...
“Mi nena va a jardín de 5 y ya sabe leer y escribir”, cuenta orgulloso un compañero de trabajo.

Pero yo no quiero nada de eso!!!


Yo no quiero que Joaquín aprenda a escribir en el jardín. Que no sepa sumar, restar. Que salga sin saber recitar las vocales, los colores en inglés o una canción en tres idiomas. No digo que no escriba su nombre, pero para sacar frases completas, esos nenes de la sala de 5 han dedicado muchas horas de aprendizaje.

Quiero que juegue. Que le cuenten muchos cuentos, que se disfrace, que se ría, que se duerman todos los compañeritos cuando la seño sale de la sala, que se embadurne con témperas, que derrita crayones… Que tenga cursos avanzados en el uso de la tijera, que se divierta mezclando plasticolas de colores, que pegue fideos y yerba en un papel, que haga un barrilete, que juegue con luces y celofán, que busquen texturas en las telas, que armen torres con envases de gelatina y barcos con potes de yogur, que imaginen un pueblo de masa de sal y una calle de papel glasé.
Que salga licenciado en juego, doctorado en tijerita, con un master en pinceles.
Tendrá mucho de todo lo otro después. Le quedarán, al menos, unos 17 años más de escolaridad adecuada a formar competencias para el mundo de hoy.
Quiero un jardín de infantes que, de alguna manera, potencie esa inocencia tan preciosa que tienen los nenes de 4 y de 5.
Después vendrán las vocales, los verbos y las matemáticas.
¿Estoy muy a contramano?

domingo, noviembre 02, 2008

Hermanitos



Matilda está más grande. Entiende más, juega, responde, se ríe comprendiendo. Y ese crecimiento viene a fortalecer la relación de hermanos. Si la estoy bañando, Joaquín se quiere meter también y que se la deje un rato para jugar. El le cuenta cuentos, aunque ella le quiera arrebatar el libro. Si él arma aviones con los blockys, ella se entretiene sacando todas las piezas de la caja. Están entretejiendo una de las relaciones humanas más lindas y profundas que tenemos los seres humanos. Siempre les digo que van a hacer amigos toda la vida. Ojalá que así sea.
Y en esta red de mamis con blog encontré a Verónica, que viene a vivir en la misma ciudad que nosotros y con quien ya nos prometimos una visita a la plaza con todas las prole. Escribe hermoso y copio de su blog lo que apuntó cuando se espera la llegada de un hermanito.

“Que se va a poner celoso. Y los celos lo van a hacer sufrir.
Que perderá su lugar de privilegio y lo vamos a lastimar.
Que no tendremos la capacidad de querer tanto al que viene como a él, que fue el primero.
Que este amor inmenso que nos despertó no es repartible, y nosotras tampoco.
Que seguramente hará retrocesos en sus aprendizajes, o regresiones, o como se llamen. No sé, eso que todos dicen.
Que al que llega mejor lo ponemos directamente en otra habitación para evitar sensaciones desagradables al mayor.
Que no festejen delante de él al recién nacido.
Que mejor lo dejemos participar en todas las cosas del bebé porque si no el daño será terrible.
Son algunas de las cosas que se nos plantean con el segundo embarazo en relación al primer hijo.
Y esto nos puede quitar del foco el gran regalo que un hermano significa.
Y a la vez, despoja al que viene del derecho de ser un bebé con necesidades y ciertos privilegios.
Siento al hecho de tener hermanos como fundante en muchos aspectos.
Se trata de un compañero, un cómplice para la vida.
Un otro que transforma los vínculos de manera estructurante. Que habilita regiones, puebla espacios y desencadena situaciones de aprendizaje, inclusión y generosidad.
Un otro con quien se reparten los ideales maternos y paternos depositados sobre los hijos.
Claro que también provoca enojos, celos, rivalidades, competencia. Y todo eso es necesario, para la vida, para las relaciones, para el entramado familiar.
El nacimiento de un hermano es una oportunidad única de contarle al primero como eran los tiempos en que fue bebé. Explicarle de los cuidados especiales que le dimos, la atención, los brazos, la teta...
Incluirlo pero sin hacerlo cargo. Dejarlo sentir que ese bebé se puede tocar, se puede mimar, que no es ajeno a él, sino que es accesible. Que integra y no que separa. Que une a través de las experiencias nuevas que nos trae.
Y nosotros los padres, no necesitamos repartir el amor. El amor por los hijos se siente. No se mide por mitades ni por cuartos.
El amor está, es, nos atraviesa y lo transmitimos.
El amor es esa vida nueva que llega a la familia y el lugar que le damos a cada hijo desde su "ser" particular...”