A la noche, cuando llego a casa, a veces hago la prueba. Te tiene el papá en brazos, yo entro y sólo me pongo frente a vos. No hablo, no hago fiestas. Sólo estoy. Vos me descubrís, se te iluminan los ojos, largás el chupete y la sonrisa se te estira de oreja a oreja. Empezás a patalear y agitar los brazos, diciéndome "aquí estoy, llegaste, vení, abrazáme". No cabés en tu cuerpito de tanta alegría... Y yo, a esa altura, tiré mis cosas y empecé a los gritos a hablarte.
Y a los tres se nos nublan los ojitos.
miércoles, julio 02, 2008
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3 comentarios:
Reconozco a la perfección esos momentos, son simplemente preciosos. Gracias a momentos como esos hacen que cuando estas agotada y sientes que no puedes más todos los esfuerzos merezcan la pena.
Laura, escribes unas cosas tan bonitas!!!
Solo queria pasar a saludarte.
Un abrazo para toda tu familia desde Colombia.
Coincido Laura con que escribís cosas hermosas. La belleza de lo cotidiano...
Saludos también para mis amigas bloggers, Laia y Francoise!
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