Estábamos en la cocina, ella dibujaba, Joaquín armaba y desarmaba un auto; Rocío daba vueltas. De pronto levanta la vista y con unos ojos infinitamente perdidos en la nada sentencia: “A mí me gusta mi mamá”.
Así, del fondo de su alma. De esa pequeña cabecita de tres años y medio, seducida quizás por el aroma de chocolatada y tostadas que estaba preparando, cantando por enésima vez el CD de la reina batata.
Matilda encontró las palabras más sinceras y simples con que se puede nombrar el milagro que supone una mamá que la cuida y una hija a la que le gusta su mamá. Mucho.
Y la cosa viene a ser que la mamá nombrada soy yo. Qué importan los kilos de más, la panza que quedó como para jugar al elástico, lo que uno ya no tiene más tiempo de
hacer. Yo la abracé y me la comí a besos. A mí también me gusta mi Matilda. Infinitamente.
domingo, julio 31, 2011
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2 comentarios:
simplemente hermoso
Que hermosa y espontanea! Cuanto nos gratifican los hijos con esas salidas tan sinceras!
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