jueves, mayo 29, 2008
Medio añito
Matilda cumplió ayer seis meses. Juntamos las ganas nuestras más las de los abuelos y festejamos hasta con torta. Claro, media torta y media vela, como corresponde.
Ella, maravillada con la muñeca de la tarjetita y con la luz de la vela. Tan rica ella, que todos nos servimos una porción de cachete, digo de torta de manzana que le hizo la abu Gra con su amor infinito de siempre. Titín apaga la vela y como verán, todos nosotros embobados con esta bebita que nos hizo más saltarina la vida. Feliz cumple, hijita!
jueves, mayo 22, 2008
Bambú
Lo dejo en la guardería, Bambú.
Siento que Nacho se levanta y le grita "Viniiiiiiiiiiste!" y se le tira encima. Lo abraza. Y en eso se vienen los otros seis amiguitos y saltan arriba de Nacho para saludarlo a Joaquín. Él se queda en el piso, riéndose, con todos los chicos que lo saludan.
La seño me dice: "Es que lo quieren tanto..."
Y yo me voy con el corazón saltando.
Siento que Nacho se levanta y le grita "Viniiiiiiiiiiste!" y se le tira encima. Lo abraza. Y en eso se vienen los otros seis amiguitos y saltan arriba de Nacho para saludarlo a Joaquín. Él se queda en el piso, riéndose, con todos los chicos que lo saludan.
La seño me dice: "Es que lo quieren tanto..."
Y yo me voy con el corazón saltando.
lunes, mayo 19, 2008
Visita al pediatra
Ir al pediatra de los chicos es una caricia para el alma. No he conocido profesionales con tanta paz como el doc Enrique, como lo bautizamos y nos aquerenciamos cuando nos vinimos a vivir de este lado de la ciudad.
El viernes fuimos mamá y papá con Matilda: aumentó casi medio kilo, así que esta semana nos despedimos del pañal pequeño que por fin ya nos queda chico y le dimos la bienvenida al pollo picado con zapallito verde y calabacín con quesito rallado: un verdadero manjar. Tenemos en la lista vainillas con leche, vitina y hasta fideitos.
Sin esa rutina de apenas cinco minutos para pesar, medir y abrirles la boca que obligadamente adoptan quienes reciben obra social, Enrique es pura ternura: le habla con tanta dulzura que conmueve. Tiene ganas de conversar sobre lo felices que nos hace tener un bebé en la familia, la bendición de un hijo sano, el placer de contarles un cuento o de hacerle un masajito y todo lo bueno y natural que podemos darle sin seguir modas, marcas, publicidades o muletillas comerciales.
Novata la madre en el tema, descubrí después que Orchanski es toda una eminencia en pediatría.
Nos recomendó festejarle los 100 días, como celebran en oriente y ahora los seis meses (con media torta y media vela) como hacían en Europa en el siglo 10, cuando sobrevivir medio año era un milagro. Estamos en eso para el 28.
“¿Están enamorados de su hija, no?”, nos preguntó al fin de la consulta. (Tanto se nos nota?, pensé yo…)
Y a la noche la miramos, que nos charla y nos sonríe, y se nos llenan de lágrimas los ojos.
PD: al collage de fotos lo hice yo. La máquina de fotos en casa es propiedad del papá, pero esta vez me la robé. Salió lindo, no?
jueves, mayo 15, 2008
¿Qué podemos hacer para tener hijos?
Me invitaron a presentar el libro “Qué podemos hacer para tener hijos”, del doctor César Sánchez Sarmiento, un especialista en fertilidad humana que aquí en Córdoba dirige el centro Nascentis (www.nascentis.com)
Para mí, que de lo único que hablo es de economía, fue un desafío porque a veces se nos endurece el lenguaje de tanto merodear números o criticar a los K.
Tener un hijo cambia la perspectiva de la vida. Algo que nos pueden decir muchas veces pero que vivimos en su completa dimensión cuando nos pasa. Hasta la vida propia pasa a tener menos valor porque estaríamos dispuestos, sin dudarlo un instante, a resignar nuestra vida si con ello salváramos la vida de nuestro retoño.
Los hijos nos alimentan los sueños y las ganas de vivir más, sólo por la dicha de ver cumplidos los sueños de ellos. Se nos estruja el alma cuando se enferman, cuando se golpean, cuando sufren.
Por eso la grandeza de la tarea de Sánchez Sarmiento, que ha ayudado a traer al mundo a cientos de bebés y, con eso, a convertir en las personas más felices del mundo a esos papás.
Para mí, que de lo único que hablo es de economía, fue un desafío porque a veces se nos endurece el lenguaje de tanto merodear números o criticar a los K.
Tener un hijo cambia la perspectiva de la vida. Algo que nos pueden decir muchas veces pero que vivimos en su completa dimensión cuando nos pasa. Hasta la vida propia pasa a tener menos valor porque estaríamos dispuestos, sin dudarlo un instante, a resignar nuestra vida si con ello salváramos la vida de nuestro retoño.
Los hijos nos alimentan los sueños y las ganas de vivir más, sólo por la dicha de ver cumplidos los sueños de ellos. Se nos estruja el alma cuando se enferman, cuando se golpean, cuando sufren.
Por eso la grandeza de la tarea de Sánchez Sarmiento, que ha ayudado a traer al mundo a cientos de bebés y, con eso, a convertir en las personas más felices del mundo a esos papás.
martes, mayo 06, 2008
Tres años, ocho meses
Joaquín tiene una sola preocupación en su vida: jugar. Juega absolutamente todo el tiempo. Y se empeña tanto en cumplir su objetivo, que ni siquiera se permite perder tiempo en otra cosa que no sea jugar. Por eso, no tiene berrinches ni se empaca. Claro, jugaría menos.
Está en una edad que es una delicia: charla hasta por los codos y escucharlo es disfrutarlo. Imposible no matarte de risa con sus conclusiones, con sus podqué cada 10 segundos, con sus invitaciones a jugar, con sus canciones divertidas, con las historias que se arma con los autos. Incluso ahora le cambia las letras e incluye las cosas que estamos haciendo. Un personaje.
Cuenta los números, pero salteado, los repite. Y sigue concentrado, convencido de que es así. Los autos lo apasionan: carreras, filas, casas de bloques para los autos, trenes... los pega con cinta, les cantamos el feliz cumpleaños, los tira por alguna pista. Para caminar por casa hay que ir con los ojos pegados al piso.
Le encanta que le cuente cuentos hasta dormirme y que el Ipe le haga aviones "mosquito" y de todas las variedades. Le gusta participar en todo lo que hagas: lavar platos, romper huevos, cambiar pañales, sembrar plantines, meter la ropa en el secarropas...
Es, básicamente, dócil. Pese a sus tres años, hay cosas que se pueden negociar y si es no, entiende. En casa no hay cable y no se ve TV de aire, sólo películas. Creo que eso tiene algo que ver en ese afán de exigir que Joaquín no tiene.
Los martes y jueves nos hemos reservado un rato a la mañana para ir solos a natación. Estamos aprendiendo a andar en bici sin rueditas y el otro día salimos los dos y pedaleamos por hora y media. Yo lo veía delante mío, con casco, y me parecía tan grande y tan chiquito a la vez! Conversa como un grande pero se le iluminan los ojitos cuando le llevás la mamadera que convenimos en dejar cuando llegue el cumple de cuatro. Yo me acurruco a su lado y lo oigo respirar como cuando era bebé. Esquiva que lo llene de besos, pero a la madrugada me llama a veces y me pide "quedáte un shatito conmigo".
Ama a su hermana, espera que le dé la teta y cuando termino, se viene upa mío. Cuenta "un, dos, tres" y a coro todos les decimos "te queremos Mati", cantando. Una idea de él.
Le encanta que hagamos cosas como cómplices. Por ejemplo, la chupina los viernes, que yo tengo franco. Hacemos otra cosa y no vamos a Bambú. "La seño pregunta ¿dónde está Joaquín?", le digo y se mata de risa con ese brillo en sus ojos grandes llenos de vida.
Y a veces le digo algo como "pero hijito, te dije que...." y él me corta y me dice: "Me encanta que me digas hijito". Y no sigo más porque me derrite.
Está en una edad que es una delicia: charla hasta por los codos y escucharlo es disfrutarlo. Imposible no matarte de risa con sus conclusiones, con sus podqué cada 10 segundos, con sus invitaciones a jugar, con sus canciones divertidas, con las historias que se arma con los autos. Incluso ahora le cambia las letras e incluye las cosas que estamos haciendo. Un personaje.
Cuenta los números, pero salteado, los repite. Y sigue concentrado, convencido de que es así. Los autos lo apasionan: carreras, filas, casas de bloques para los autos, trenes... los pega con cinta, les cantamos el feliz cumpleaños, los tira por alguna pista. Para caminar por casa hay que ir con los ojos pegados al piso.
Le encanta que le cuente cuentos hasta dormirme y que el Ipe le haga aviones "mosquito" y de todas las variedades. Le gusta participar en todo lo que hagas: lavar platos, romper huevos, cambiar pañales, sembrar plantines, meter la ropa en el secarropas...
Es, básicamente, dócil. Pese a sus tres años, hay cosas que se pueden negociar y si es no, entiende. En casa no hay cable y no se ve TV de aire, sólo películas. Creo que eso tiene algo que ver en ese afán de exigir que Joaquín no tiene.
Los martes y jueves nos hemos reservado un rato a la mañana para ir solos a natación. Estamos aprendiendo a andar en bici sin rueditas y el otro día salimos los dos y pedaleamos por hora y media. Yo lo veía delante mío, con casco, y me parecía tan grande y tan chiquito a la vez! Conversa como un grande pero se le iluminan los ojitos cuando le llevás la mamadera que convenimos en dejar cuando llegue el cumple de cuatro. Yo me acurruco a su lado y lo oigo respirar como cuando era bebé. Esquiva que lo llene de besos, pero a la madrugada me llama a veces y me pide "quedáte un shatito conmigo".
Ama a su hermana, espera que le dé la teta y cuando termino, se viene upa mío. Cuenta "un, dos, tres" y a coro todos les decimos "te queremos Mati", cantando. Una idea de él.
Le encanta que hagamos cosas como cómplices. Por ejemplo, la chupina los viernes, que yo tengo franco. Hacemos otra cosa y no vamos a Bambú. "La seño pregunta ¿dónde está Joaquín?", le digo y se mata de risa con ese brillo en sus ojos grandes llenos de vida.
Y a veces le digo algo como "pero hijito, te dije que...." y él me corta y me dice: "Me encanta que me digas hijito". Y no sigo más porque me derrite.
domingo, mayo 04, 2008
Cinco meses
Matilda ya tiene cinco meses. Ya podemos decir que estamos bien adaptados a una familia agrandada, con horarios más o menos acomodados y con varios viajecitos juntos, bien a la costumbre de la mamá, famosa en la familia por ser "pata de perro".
Está cada día más dulce. Se ríe a más no poder, especialmente con todos los festejos que incluyan ruidos de boca o besos en la panza.
Estira las manitos para acariciar las caritas, algo que nos derrite a todos. Canta, canta mucho, especialmente por las mañanas, a eso de las 7. Yo la escucho y la disfruto. Enseguida amanece también Joaquín, que se le cuela en la cuna y ella siente algo que imagino indescriptible: "alguien conmigo entre estas rejas! qué lindo, somos dos..."
Se come todo con los ojos. Se sube al "papá móvil" y salen a recorrer la casa: plantas, cuadros, papeles, fotos, espejos, cerámicos, todo pasa a ser digno de veneración. Ella se da vuelta y le festeja al papá que, agradecido, se hace pis de la emoción.
No es tan tetera. No se duerme con la teta. Se duerme upa y, últimamente, boca abajo en la cama con la mami al lado, que le canta, la acaricia y le insiste con el chupete. Si llora, la teta no la calma.
Le gusta su gimnasio, el coche, la cuna, un ratito en cada lado y, por supuesto, en los brazos. Cuando la levantás te hace esos grititos-carcajadas que te contagian la risa.
En los últimos días, tiene más hambre: le encanta la pera con banana. Le hago una papilla con yogur de dulce de leche, cereal de arroz y frutas tibias que le fascinan.
Y te mira con esos ojos infinitos. Sostiene la mirada y uno piensa que esa mirada no se repite nunca más en la vida, porque después, todos nos miramos cuando nos hablamos, cuando hacemos cosas, cuando crecemos, pero ese "ojos con tus ojos" sin decirse nada para decirse tanto, es único.
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